viernes, 20 de agosto de 2010
IFIGENIA
Luego de accidentalmente tropezar con la novela Ifigenia, de Teresa de la Parra, me propuse firmemente adquirir mi propia copia e iniciar mi viaje por una sociedad caraqueña de la que quizás había escuchado pero que desconocía, su lectura captó mi atención no solo por su estilo femenino, vivaz e inteligente narrativa, que me recordaba un poco a mi autora predilecta Jane Austen, sino porque sería la primera vez que leería a una autora venezolana.
Investigué sobre la autora, Ana Teresa Parra Sanojo, la primera vez que me tropecé con su obra, leí que a pesar de ser considerada venezolana nació en París y que fue innovadora en su estilo de narrar para su época en Latinoamérica, también leí que su primer trabajo, Ifigenia, era una introspección de la mente femenina, el diario de una joven que comenzó a escribir porque se sentía “fastidiada”; en mi país, Venezuela, lector, la palabra “fastidio” es sinónimo de aburrimiento, y la heroína de esta historia, de una mente muy independiente, se sentía “fastidiada”, cansada del encierro de la casa de su Abuelita con sus normas y estándares de lo que debían ser las buenas costumbres y la moral de una señorita de sociedad, razón por la que, en lugar de lamentarse día y noche, canaliza este “fastidio” con la estampa de sus impresiones en sus cartas a su amiga Cristina de Iturbe y en su diario. La Primera Parte de la historia, "Una Carta muy Larga Donde las Cosas se Cuentan como en las Novelas. De María Eugenia Alonso a Cristina de Iturbe", inicia con el siguiente párrafo, el párrafo que leí aquel día que tropecé accidentalmente con esta obra, que me cautivó y que me inclinó a leerla:
“¡Por fin te escribo, querida Cristina! No sé qué habrán pensado de mí. Cuando nos despedimos en el andén de la estación de Biarritz, recuerdo que te dije mientras te abrazaba llena de tristeza, de suspiros y de paquetes:
¡Hasta pronto, pronto, prontísimo!”
Todo comienza cuando María Eugenia Alonso, una joven de dieciocho años, regresa a Venezuela, tras el fallecimiento de su padre, para instalarse nuevamente con sus parientes maternos, así, huérfana, debe enfrentar una serie de situaciones que se le van presentando a lo largo de la historia y que debe encarar con el más formado de los carácteres. Una de mis citas predilectas de todo el libro, pues demuestra la vivacidad de la mente de la autora como sus ideas filosóficas, es la siguiente: “Qué triste es llegar para siempre a cualquier sitio”. María Eugenia, al retornar a Caracas, se siente prisionera bajo las órdenes y parámetros sociales de su Abuelita y la apariencia que debe guardar, de acuerdo al criterio de su Tía Clara. A partir de estas premisas el argumento anda solo y narrado desde el particular e irónico lado de una muchacha soñadora e inocente que había sido consentida y adinerada hasta hacía muy poco tiempo.
Ifigenia es una novela venezolana, el retrato de una época, pero sobretodo el lado femenino de una sociedad machista en la que las normas imperaban sobre el buen juicio, la mujer debía someterse a la autoridad del marido, el divorcio constituía el peor de los pecados, las señoritas decentes debían exhibirse en los ventanales de sus casas para obtener pretendientes y la soltería del hombre representaba una cualidad mientras que en la mujer era considerada el más terrible de los malestares y las tragedias, que el matrimonio no podía más que ser el lúgubre remedio de un cruel sacrificio.
Nota:
Cuando en principio inicié la novela me sentía ávida, muy inclinada y en busca de mucho romance pero para mi infortunio esto ocurre gradualmente, el interés de María Eugenia Alonso por Gabriel Olmedo es tratado superficialmente por su autora, su discurso se enfoca más en sus observaciones sobre lo que gira en su entorno, especialemente en la intención de Mercedes Galindo y Tío Panchito en unirla irremediable y esperanzadamente a Gabriel, que en la relación o el roce que existe o no entre estos dos. Es en el último fragmento, y cuarta parte de la obra, Ifigenia, donde ésta desarrolla y condensa los momentos más íntimos y hermosos, esa descripción detallada del afecto de estos dos amantes, que hacía tanto esperaba, la declaración de amor, la dama frustrada, el beso apasionado y la carta con la que el enamorado intenta expiar todas sus culpas.
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