sábado, 22 de enero de 2011

Orgullo y Prejuicio (Resumen e Impresiones - Capítulos VI al X)


Continuando la revisión, resumen e impresiones sobre Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen. 

Unos Ojos Bonitos y una Madre Calculadora
Las reuniones y tertulias desde que el nuevo grupo de forasteros se instalara en Netherfield Park no cesaron, y, por supuesto, este importante grupo era invitado a cada una de ellas; y para sorpresa nuestra, el señor Bingley no era el único interesado por las hermanitas Bennet, daba la impresión que contra su voluntad, su amigo, a pesar de sus palabras para ella el día del baile, Mr Darcy, empezaba a manifestar interés por Elizabeth.
Ocupada en observar las atenciones de Bingley para con su hermana, Elizabeth estaba lejos de sospechar que también estaba siendo objeto de interés a los ojos del amigo de Bingley. Al principio, el señor Darcy apenas se dignó admitir que era bonita; no había demostrado ninguna admiración por ella en el baile; y la siguiente vez que se vieron, él sólo se fijó en ella para criticarla. Pero tan pronto como dejó claro ante sí mismo y ante sus amigos que los rasgos de su cara apenas le gustaban, empezó a darse cuenta de que la bella expresión de sus ojos oscuros le daban un aire de extraordinaria inteligencia.
Esta rareza se la comenta a la hermana soltera del señor Bingley, Caroline, quien se burla de su observación advirtiéndole, a un carácter como el de Darcy, que de esa forma emparentará con una inconveniente y peculiar familia.
Los sentimientos de Caroline se conocen, o sospechan, desde un principio, ella está interesada en Mr Darcy y normalmente lo hace objeto de adulaciones y su coquetería, pero si bien Darcy no la observa como nada más que la hermana de Bingley, Caroline le conoce bien y sabe que la manera de hacer declinar a un hombre orgulloso como él un posible afecto por una joven de cuna menor, como Elizabeth, es haciéndole ver, o recordándole, los defectos de su familia, una madre entrometida e interesada, un padre despreocupado y unas hermanas menores muy desprendidas.
Particularmente me gustan las maneras de Darcy y su forma de interesarse por Lizzy porque sus sentimientos por ella no nacen del amor a primera vista sino del estudio y observación de su carácter, “a pesar de que afirmaba que sus maneras no eran las de la gente refinada, se sentía atraído por su naturalidad y alegría”, así que comenzó a escuchar sus conversaciones con los demás y Elizabeth no tardó en notarlo, aunque no imaginaba que pudiera ser interés sino, quizás, los modos orgullosos del amigo de Bingley que tal vez trataban de intimidarla. No obstante, pienso, de alguna forma debió haberse sentido distinguida de tal interés, toda mujer se habría sentido de esa manera si un hombre con la importancia de Darcy la hiciera objeto de sus predilecciones.
Para ella  Darcy era  el  hombre que  se hacía antipático dondequiera que fuese y el hombre que no la había considerado lo bastante hermosa como para sacarla a bailar.
Darcy se dedicó a observarla, y entusiasmado por su carácter cuando la impertinencia del Sir William Lucas, vecino de los Bennet y padre de Charlotte, la mejor amiga de Lizzy, le sugirió que tomara a Elizabeth como pareja de baile, Darcy no desdeñó la oportunidad de aceptar la sugerencia, aunque sus maneras fueran afectadas y poco solícitas, supongo que la hermeticidad de su rostro, precisamente, no invitaba a bailar; sin embargo Elizabeth estaba resuelta a no aceptar, ella sentía una profunda predisposición para con el señor Darcy, así que respondió:
––De veras, señor, no tenía la menor intención de bailar. Le ruego que no suponga que he venido hasta aquí para buscar pareja.
Supongo también que, a la defensiva, éste debía ser el mejor modo de conducirse, cualquier mujer con una pizca de orgullo, a sabiendas de la opinión de Darcy sobre su persona, obviamente tenía y probablemente debía declinar la proposición de baile.
En la primera parte de la novela, Charlotte Lucas parece la observadora de las situaciones que ocurren en torno a la familia Bennet, especialmente entre sus amigas Elizabeth y Jane; éstas solían contarse los pormenores de las tertulias y bailes después que acontecían, Charlotte, en una de estas reuniones de cotilleo, expone a Elizabeth lo que piensa del comportamiento de Bingley y Jane: “A Bingley le gusta tu hermana, indudablemente; pero si ella no le ayuda, la cosa no pasará de ahí”, pero Elizabeth, quien es terca y cree ser la dueña de la razón todo el tiempo, se opone a esta opinión y justifica, porque conoce el carácter de Jane, el comportamiento de su hermana: “Ella le ayuda tanto como se lo permite su forma de ser. Si yo puedo notar su cariño hacia él, él, desde luego, sería tonto si no lo descubriese”.
Pronto llega para Jane una carta de las hermanas Bingley invitándole a cenar, y quién no hubiera querido tener una madre como la señora Bennet un día como éste. Jane solicita a su madre el carruaje familiar pero Mrs Bennet, previendo que lloverá, le autoriza para que asista a la invitación a caballo, ¿por qué?, porque, como predijo mal tiempo, su hija se vería obligada a quedarse en Netherfield, viéndose de este modo estimulado el interés de Bingley; y refiero que quién no hubiera deseado tener una madre como la señora Bennet un día como éste porque no solo llovió, sino que Jane se empapó durante el trayecto, pescó un fuerte resfriado y no tuvo que quedarse una sino varias noches hospedada en casa de sus amigos.
––Bien, querida ––dijo el señor Bennet una vez Elizabeth hubo leído la nota en alto––, si Jane contrajera una enfermedad peligrosa o se muriese sería un consuelo saber que todo fue por conseguir al señor Bingley y bajo tus órdenes.
Los caballos tampoco estuvieron para Elizabeth quien agitada por la salud de su hermana se enrumba en una caminata de tres millas a Netherfield atravesando lodo y charcos, ésta es una de las características que más admiro en Elizabeth Bennet, además de su mente independiente, es muy decidida y no se inquieta por los códigos de etiqueta cuando su prioridad es conocer el estado de salud de su hermana.
La impresión que dio Lizzy en Netherfield fue muy diversa, las hermanas de Bingley se asombraron por la audacia de una señorita de caminar tres millas sola y en el lodo, Bingley fue muy amable, el señor Hurst pensaba en su desayuno y Darcy estaba admirado del color que el calor había dado al rostro de Lizzy y la luz que imprimía a sus lindos ojos.
Jane no estaba mal pero tampoco estaba bien, necesitaba cuidados, cuando Elizabeth se plantea su regreso a Longbourn, Jane manifiesta su deseo de que su hermana se quede con ella, por lo que Elizabeth debe postergar su traslado y quedarse entre gente tan poco deseable por afecto a Jane.
El roce entre Elizabeth, los Bingley y Darcy comienza pues en deferencia a estos debe acercarse a ellos para cenar o compartir en los momentos en los que su hermana estaba descansando y constantemente debía soportar lo pretenciosa y antipática que se comportaba generalmente la señorita Bingley.
La desgracia ocurre cuando la señora Bennet y las hijas menores concurren a Netherfield para saber de Jane, quizás Elizabeth, cuando escribió a Longbourn para que su madre fuera a cerciorarse del estado de salud de su hermana, no temió en las consecuencias y en la vergüenza que su progenitora, y sus hermanas, con sus desproporcionados comentarios, le haría pasar ante estos extraños. La señora Bennet solo adulaba Netherfield y las hermanas cuchicheaban entre sí, y para completar la escena, Lydia, con mucha impertinencia, propuso al señor Bingley que ofreciera un baile...

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