viernes, 12 de julio de 2019

Arabella



Libros
Cuando una novela inicia con la descripción de una acogedora rectoría en la que sus habitantes deben ajustarse a las condiciones, sé que va a gustarme, pues estas condiciones son descritas con tal singularidad que pasas a ser uno más en esa habitación a pesar de las vicisitudes.
Foto obtenida desde Pinterest

Pero Arabella no es exactamente una novela de vicisitudes, sino de oportunidades, pues nuestra heroína ha tenido la bendición de tener una madrina adinerada que la ha invitado a pasar una deliciosa temporada en Londres, muy indicada para una chica talentosa de su edad. 

Por supuesto, como es normal en una novela inglesa de época, para una familia de pocos recursos como los Tallant, un viaje como éste representa una oportunidad importante de transformar su suerte, especialmente la de su hija mayor, cuya especial belleza podría fascinar a la alta sociedad londinense sin mayor dificultad, así como pescar un buen marido adinerado.


Ay, Bella, si tuvieras la fortuna de contraer un matrimonio conveniente… Si lady Bridlington te presenta en sociedad, estoy segura de que lo conseguirás. Porque ―añadió con nobleza― eres con mucho la joven más hermosa que he visto jamás.

Pero estar en Londres acompañada de una dama de la alta sociedad requiere de un poco de esfuerzo económico, sin embargo, con la ayuda de su madre, que siempre pensó en grande para su hija mayor, Arabella se las ingenia para estar a la altura de su madrina y la city, tanto, que cuando el viejo carruaje de su tío sufre una avería en el camino y tiene que solicitar resguardo en la casa del respetable y adinerado señor Beaumaris, se hace pasar por una rica heredera. 


Ya sé que Arabella es muy buena y obediente, pero todavía es muy joven y a veces he pensado que si careciera de la orientación adecuada su carácter podría traicionarla y hacerla caer en una conducta indecorosa.

Una parte con la que me identifiqué durante la lectura fueron esos momentos austenescos que no podían faltar en una novela de Georgette Heyer, cuyo hilo me pareció un pequeño tributo a la novela Orgullo y Prejuicio, de Jane Austen, básicamente determinado por ese primer encuentro entre Arabella y el señor Beaumaris, algo parecido, aunque en circunstancias diferentes, al de Elizabeth y Darcy, en la que cada uno se forma una opinión, tal vez equivocada, del otro. 

Sin embargo, a pesar de que la novela me gustó mucho, tiene un estilo fresquísimo que invita a continuar leyendo y leyendo hasta terminarla, no conseguí identificarme con su protagonista, Arabella es una chica que aunque ocurrente con eso de hacerse pasar por una rica heredera "del norte" cuando se ve cuestionada por el dueño de la casa, no es constante en su manera de ser, me ha parecido que por momentos es frívola y solo le importan los guantes, los sombreros y las muselinas, y por otros rescata perros callejeros y niños deshollinadores. No obstante, tengo que resaltar que me ha gustado ese toque de rebeldía de su parte cuando le propone a Beaumaris hacer una fuga, al menos es la primera novela de época en la que leo a la protagonista hacer una propuesta tan arriesgada moralmente de acuerdo a lo establecido en los códigos dictados por la sociedad.

Un momento de lector que quiero compartir es que la entrada de la novela, no sé explicar bien el porqué, me ha trasladado al inicio de Jane Eyre,  a esa primera línea de la novela de Charlote Brontë: Aquel día no hubo manera de dar un paseo, es como si el frío que estaban sintiendo los Tallant fuera comparable con ese día lluvioso de la infancia de Jane. El inicio de Arabella es el siguiente:

El aula de la rectoría de Heytram no era una estancia muy amplia, pero tratándose del frío día de enero, en una casa donde se tenía muy en cuenta el consumo de carbón, sus ocupantes no lo consideraban una desventaja.

Sin más que decir, excepto que sin duda Arabella es una de mis lecturas del año, les dejo las citas más destacadas de la novela:
*Como la mayoría de los indiscretos, se consideraba un modelo de discreción.
*Nada hay más desagradable que encontrarse en una reunión donde una no reconoce ni una sola cara.
*Te prometo que ignoro por qué, pero créeme, las muchachas inocentes del campo no son del agrado de los caballeros.
*Debes recordar que resulta insoportable verse obligado a escuchar historias sobre personas a quienes uno no conoce.
*No puede negarse que los buenos partidos no crecen en todos los campos.
*La fortuna no hace al hombre.
*Ni siquiera estoy seguro de resultarle atractivo a la señorita Tallant.
*Si sus sentimientos experimentan algún cambio, una palabra, una mirada sería suficiente para comunicármelo.

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