Vi que se me acercaba como si me conociera, su cola zigzagueaba como abanico peludo, su lengua cansina se reflejaba en agua; «sed, tendrá» -me dije- pero no, él es así, su raza es así; se me acercó más con su paso saltarín, con el garbo de can fino, orgulloso de su estirpe europea en estas tierras, presumiendo su pelaje y belleza; «cuidado» -pensé-, «todo perro muerde o ataca al desconocido», ya a centímetros mío posó su cara sobre mi pierna, vi en sus ojos escrita las palabras inofensivo y cariñoso; puse mis manos sobre su dorado pelaje, sus orejas se movían y su lengua se agrandaba, su aliento y su sonrisa se reflejaban en sus movimientos. Elmo es su nombre, obediencia su apellido, compañía su atributo; ayer cumplió diez años, no en la casa donde creció, sí en la casa donde se le quiere igual, fiel compañero, es uno más de la familia.
Yover Ricardo Torres
¡Feliz 12 cumpleaños, Elmo!
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