Espero, cada año, tener la dicha de escoger, por lo menos, un libro que me hubiera impresionado. Hace dos años tuve el
agrado de leer Ifigenia, de Teresa de
la Parra, y el
año pasado Harry Potter y la Piedra Filosofal, que
fueron, cada uno, los libros que destacaron para mí entre los demás. Este año
ese honor mío, creo, se lo llevará la novela Como Agua para Chocolate, de la autora mexicana Laura Esquivel.
No es sencillo sentir
afinidad con los libros, a veces se inician por curiosidad y logran
conquistarte, otras veces la curiosidad no es suficiente. En mi caso, tengo un
estilo muy definido de lo que gusta leer: el género romántico, y por romántico
me refiero a muy romántico; mis
novelas predilectas son Orgullo y Prejuicio,
Jane Eyre, Persuasión y Crepúsculo
–sí, Crepúsculo–, por lo que encontrar otros libros que me fascinen, estos días,
es bastante raro; es por esto que me ha gustado tanto Como Agua para Chocolate.
Como Agua para Chocolate es
una novela de la autora mexicana Laura Esquivel, publicada por primera vez en el
año 1.989, y que obtuvo un éxito importante. De acuerdo al resumen que, sobre
la autora, hace la edición De Bolsillo, que celebra los veinte años de la obra,
y que adquirí el año pasado, la novela se mantuvo en la lista Best Sellers del New York Times durante
más de un año y fue traducida a treinta y cinco idiomas. Narra la autora, para
esta edición, que su inspiración para escribir Como Agua para Chocolate fue una
colección de fotos de sus antepasados entre las que resaltaba la de su tía
abuela Tita, una hermosa mujer a la
que su bisabuela no permitió casarse y a la que ella quiso darle un destino
distinto con la creación de este fantástico trabajo que entremezcla la delicia
de la cocina mexicana y el mágico mundo de una
peculiar historia de amor.
Cuando Tita llegó al mundo no
tuvo necesidad de la nalgada porque llorar para ella era algo natural. Nació y
creció en la cocina y fue alimentada a base de atoles y té debido a que con su
nacimiento sucedió el fallecimiento de su padre y de la impresión su madre
perdió la leche. La niña sobrevivió con tal alimentación y así se hizo una
señorita cuyo destino ya estaba escrito: por tratarse de la hija menor, estaba
establecido, como tradición familiar, su imposibilidad para el matrimonio. Porque
las hijas menores debían cuidar de la madre hasta la muerte.
Entre ingredientes, la
cebolla juega un papel importante, y deliciosas recetas mexicanas, Chiles en nogada, Caldo de Colita de Res, Mole
de Guajolote, la famosa Rosca de
Reyes, entre otras, transcurre la novela y Tita se desarrolla como una
hermosa jovencita, con grandes destrezas para cocina, a la que Pedro viene a
pedir su mano, pedido que Mamá Elena rechaza, su hija menor tiene negado el
matrimonio; sin embargo le propone la mano de su hija mayor, casadera, Rosaura,
propuesta que Pedro acepta por la convicción que tiene de que sería la única
manera de mantenerse cerca de Tita.
Si a usted le negaran de una manera rotunda casarse
con la mujer que ama y la única salida que le dejaran para estar cerca de ella
fuera la de casarse con la hermana, ¿no tomaría la misma decisión que yo?
A partir de aquí la novela se
desarrolla en lo que será la batalla entre los sentimientos de Tita y Pedro
contra los de Rosaura y Mamá Elena, esta última quien como matriarca de la
familia De la Garza
tendrá el poder para establecer las venturas y desventuras de sus hijas. Vale
la pena destacar, como lectora, que ésta es una novela que tiene un alto
contenido de sensualidad y sexualidad, que debió haber tenido gran mérito, en
su tiempo, por tratarse de una autora la creadora de esta historia.
Narrada en tercera persona, a
través de la sobrina nieta de Tita, consta de XII capítulos, todos fascinantes,
mágicos y adictivos; siempre tuve deseos de saber qué sucedería con cada
capítulo terminado, aun cuando sé que una vez vi la adaptación al cine, pero
mis recuerdos son muy vagos y los hechos los tenía olvidados por completo. La
combinación de los elementos es perfecta, el enlace de lo fantástico con lo
posible, lo fabulesco de las recetas de Tita junto con los exagerados
personajes, y lo irreal de las situaciones, como cuando todos los invitados a
la boda de Rosaura y Pedro se intoxican debido a que las lágrimas de Tita se
derraman sobre la torta de navidad, o
como cuando Gertrudis huye desnuda de la casa por la lujuria que la habían
hecho sentir las codornices en pétalos de
rosa preparadas por su hermana, por citar un par de ejemplos, hacen, en
conjunto, a Como Agua para Chocolate, una novela mágica e inolvidable dentro de
la literatura latinoamericana.
Yo no sé por qué a mi nunca me han quedado como
a ella y tampoco sé por qué derramo tantas lágrimas cuando las preparo, tal vez
porque soy igual de sensible a la cebolla que Tita, mi tía abuela, quien
seguirá viviendo mientras haya alguien que cocine sus recetas.
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