Libros
Me gusta adaptar las novelas que voy programando para leer en el año de acuerdo al mes, y pocas veces me he equivocado. Por ejemplo, entre marzo y mayo escojo leer un clásico, en septiembre una comedia romántica y a Jane Austen para Navidad. Este año me reservé a Nicolas Barreau para febrero, el mes del amor, después de que tuve aquella bonita experiencia, cuando leí La Sonrisa de las Mujeres, un enero, sin saber que me iba a gustar tanto; pero parece que al autor le ha costado superar, o por lo menos igualar, su libro debut.
Me prometí, además, no dar malas revisiones, sin embargo, mis contados pero fieles lectores me permitirán romperla, pues París es Siempre una Buena Idea es la novela más tonta que he leído en mucho tiempo, y miren que leo cualquier cosa que esté a la disposición, entre estos, muchos libros malos; pero ésta es una novela predecible a horrores, muy poco romántica, a la que le falta muchísima chispa y a la que solo ayuda que está ambientada en esas preciosas calles parisinas con las que todos soñamos recorrer.
Lo más triste es que tiene una descripción lindísima, realmente atractiva, que sabe vender un libro con exceso de palabras. Hacía mucho que no me saltaba tantos párrafos para tratar de terminar un libro que por alguna razón me resistía a dejar a la mitad, por la esperanza, tal vez, de que la historia se compusiera u ofreciera algo más en algún punto; pero además de unas pocas escenas románticas casi al final, no hubo nada más.
Pero bueno, no quiero ser tan cruel, ahora mismo, después de que han pasado horas desde que terminé la novela todavía pienso en la tiendita de Rosalie, en la Rue du Dragon, en pleno corazón de Saint-Germain.
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