domingo, 31 de octubre de 2010

Jane Eyre [Resumen de Capítulos e impresiones (XI al XX)]

“Cada nuevo capítulo de una novela es como un nuevo cuadro en una obra teatral.”
Jane Eyre se instala en Thornfield Hall ésta es mi parte predilecta de la novela, como relaté en mi artículo anterior [Jane Eyre (Resumen de Capítulos I al X)], la fase de la obra en que la chiquilla es psicológicamente maltratada por su tía Reed y luego enviada a vivir de manera miserable al internado Lowood es demasiado lúgubre para mi gusto, sin embargo, afortunadamente, son solo diez capítulos de penas y dificultades. A partir de entonces, la ahora Joven Jane, de dieciocho años, aparece en Thornfield Hall como governess (institutriz) de una pequeña de diez años, Adèle. A su llegada a Thornfield, Jane piensa que su protectora será Mrs Fairfax hasta que ésta le informa que el propietario de esta casa hidalga no es otro que Mr Rochester, sin embargo éste visita su casa pocas veces al año, de manera imprevisible, y por contados días.
Si las mujeres soñamos con el enigmático “príncipe azul” a caballo es debido a Charlotte Brontë y a su Rochester. En el capítulo XII Jane se dirige a Hay como emisaria de una correspondencia del ama de llaves de Thornfield Hall, para admirar el paisaje nevado se posa sobre una cerca o una valla y allí escucha el galopar de un caballo por lo que se pone a fantasear con historietas que le narrara Bessie, una de las criadas de la tía Reed, en su niñez, a la sazón aparece un viajero a caballo, acompañado de un perro de manchas blancas y negras que corre a su lado, que resbala sobre el hielo y va a dar al suelo.
Jane observa la situación y ofrece su asistencia, el hombre es tosco y de carácter difícil, sin embargo acepta la oferta de Jane y permite que ésta le ayude y, apoyado en su hombro, se incorpore nuevamente sobre el caballo. Cuando Jane regresa a Thornfield todo parece distinto, hay luz donde suele ser obscuro y movimiento cuando normalmente es apacible, además se encuentra con Piloto, el perro de manchas, echado en la estancia de Mrs Fairfax, y con que el amo, Mr Rochester, no es otro que el forastero a quien con tanta solicitud hubiera proporcionado sus servicios.
El contacto comienza a hacerse frecuente entre Rochester y Jane, por lo que a ella empieza a interesarle su temperamento rudo y hostil, que oculta sentimientos nobles, le agrada porque sabe de antemano que esa hostilidad no se debe a ella sino a la naturaleza de su carácter.
La primera vez que leí Jane Eyre no noté ciertas cosas que en esta segunda revisada, y ya conociendo el desenlace de la historia, he observado; por ejemplo, Mr Rochester, en esas primeras conversaciones con Jane iba ya anunciándole, de manera indirecta y subjetiva, su interés hacia ella:
“Ahora –continuó, dirigiéndose a mí–, ya he recibido al bello peregrino, a la deidad disfrazada, como lo es sin duda. Su aparición me ha causado un efecto benéfico: mi corazón, que era un osario hace un momento, es casi un sagrario en este instante.”
En el capítulo XV, Mr Rochester explica a Jane la procedencia de Adèle, quien es producto de una mujer, Céline Varens, con la que mantuviera amoríos, sin embargo, argumenta, no cree que la pequeña sea su hija, “Piloto se me parece más”, agrega, no obstante cuando la madre abandona a la niña se siente obligado a hacerse cargo de ella, lo que demuestra el lado noble y solícito de un hombre que parece no interesarse por sentimientos ajenos, pero que al saber a una “posible hija” en miseria la asiste como protegida aún cuando las dudas le advierten lo contrario.
Toda esta intimidad con Mr Rochester hizo cuestionarse a Jane ciertas inquietudes, en una oportunidad éste le preguntó si le parecía atractivo, a lo que ella respondió con una negación, no obstante, ahora, esa concepción había cambiado para ella.
¿Me parecía feo ahora Mr. Rochester? No, lector, la gratitud, unida a cuanto veía en él, todo bueno y genial, hacían que su rostro se me figurara lo más agradable del mundo. Su presencia en una habitación parecía alegrar y caldear la atmósfera mejor que el más brillante fuego.”
Jane Eyre es una novela gótica, obscura, siempre envuelta en un halo de angustia, suspenso e incertidumbre sobre algo inquietante que va a ocurrir y es ejemplo de esto lo que sucede en este preciso capítulo. Jane despierta alterada, había escuchado extraños sonidos sobre ella, rasguños en la puerta de su habitación y una risotada macabra que creyó ser de Grace Poole, una extraña criada a la que Mr Rochester parecía conceder ilimitadas consideraciones. Jane toma valor y asiste a la galería para saber de qué se trata –ésta es una de las partes más importantes de la obra–, movida por el espeso humo que percibía de una de las habitaciones, el lecho de Mr Rochester estaba ardiendo, y es Jane Eyre quien le salva de fallecer envuelto en las llamas.
En el capítulo XVI, Jane se siente nerviosa ante la sola idea de encontrarse con Rochester, éste le había tomado la mano la noche del incendio y ella observó que no era su deseo desprenderla, y estas cavilaciones la inquietaban, sentía que había algún tipo de predilección de su amo para con ella y que en ella estaba creciendo otro tipo de sentimientos por él, distinto al de empleador–empleado. 

“Al día siguiente yo temía, y a la vez deseaba, ver a Mr. Rochester. Ansiaba oír su voz de nuevo y me asustaba, sin embargo, presentarme ante él. Rochester, algunas veces, aunque pocas, solía entrar en el cuarto de estudio y permanecer en él, y yo estaba segura de que aquella mañana se presentaría.”
Mr Rochester no apareció en semanas y cuando lo hizo regresó acompañado de un grupo de amigos entre los cuales prevalecía Blanche Ingram, una elegante y hermosa doncella de buena cuna, a quien Rochester dedicaba atenciones que provocaron los celos de Jane.
Una de las noches de tertulias con los invitados aparece una extraña gitana dispuesta a leer la suerte a las damas de la concurrencia, la primera en saber su destino fue Miss Ingram, quien sale del recinto enojada e inconforme con su futuro, a su vez asisten las demás señoritas excepto Jane, quien es solicitada por la particular gitana. Esto inicia como un juego y Rochester aparece en la conversación entre la “abuela” y Jane, luego la gitana le advierte: “Usted tiene frío, usted está enferma y usted es una necia”, y le explica que tiene frío porque está muy sola, está enferma porque no se ha enamorado y es una necia porque podría ser la mujer más feliz del mundo si demostrara el afecto que la señora sabía que sentía. Del juego resulta que Mr Rochester era la curiosa gitana, secreto que solo fue revelado a Jane.
Las situaciones se vuelven más góticas y misteriosas en Thornfield Hall con la aparición de un extraño forastero, Mason, a quien Mr Rochester trata de manera especial y cuya presencia le hace sentir nervioso, además, este enigmático personaje es atacado gravemente por un ente de la casa, cuya responsabilidad Jane atribuye a Grace Poole, la extraña criada.

viernes, 29 de octubre de 2010

The Switch

¿La inseminación artificial, el nuevo método para concebir familia en Hollywood?
Este año mis dos Jennifer consentidas, López y Aniston, se valieron del método de la inseminación artificial para concebir un bebé; la primera, López, en la no tan recomendable película The Back Up Plan (Plan B), la segunda en el lindo largometraje The Switch, o ¿(El Cambio)? The Switch es una comedia romántica que inicia con la relación de esta pareja de amigos, Wally, interpretado por Jason Bateman, y Kassie, Jennifer Aniston, que cambia cuando Kassie decide practicarse una inseminación artificial para concebir un hijo, algo que Wally condena. Bien, a pesar de esto Kassie realiza una fiesta para celebrar este acontecimiento y Wally, como su mejor amigo, también es invitado. Es en esta celebración que sucede el enredo alrededor del cual gira el argumento de la película pues Wally, absolutamente opuesto a la decisión de su amiga, accidentalmente pierde la donación de Roland, el donante, y para arreglar el enredo se vuelve el donante él mismo.
Esta clase de películas que comienza con unos protagonistas con una vida insatisfecha y que en el camino se vuelven felices siempre me han gustado y siempre me gustarán, The Switch es ejemplo de estas comedias que en adición conserva todos los elementos románticos de su género, el par de amigos que desconoce, o no acepta, que están enamorados el uno del otro, la chica descontenta e independiente que se cree autosuficiente e incapaz de enamorarse y el héroe guapo, carismático y ordinario, que inicia en la trama con ciertos prejuicios sobre la relación de pareja o el matrimonio pero que a la mitad empieza a ablandarse, lo cual lo hace más adorable aún.
No me explico por qué no le fue bien en taquilla a The Switch, es una película agradable de mirar y romántica, el Teenage Wolf Americano le agrega mucha credibilidad a su personaje de Wally y mantiene buena química con Jennifer Aniston, quien se ha vuelto experta en representar a estas mujeres solteras e independientes. Pues para culminar mis impresiones sobre esta película no me queda más que recomendar The Switch.

jueves, 21 de octubre de 2010

Similitudes entre Crepúsculo y Jane Eyre (Primera Parte)

Stephenie Meyer, autora de Crepúsculo, insiste en que su famosa novela que trata el amor entre una joven mortal y un vampiro fue inspirada en un sueño que tuvo, en éste un joven físicamente hermoso, que brillaba a la luz del sol, le manifestaba a esta muchacha corriente, como cualquiera de nosotras, el lío de sus sentimientos, los cuales se debatían entre la necesidad y el ardor por su sangre y su afecto por ella; pero la verdad es, lector, que nunca he creído esta versión de cómo Stephenie Meyer concibió Crepúsculo…
…En mi opinión, el argumento de Crepúsculo pudo haber sido ideado por cualquier otro escritor con mucha imaginación, las cualidades románticas de Meyer y su inclinación por la obra de Jane Austen, pero especialmente, de acuerdo a mi percepción, por el trabajo de las hermanas Emily y Charlotte Brontë. Es así como Bella Swan pasa a ser una versión moderna de Jane Eyre y Edward Cullen de Edward Rochester, aunque hay muchos que piensan que el carismático vampiro no es un renovado Rochester sino un nuevo Heathcliff, de Cumbres Borrascosas, sin embargo yo me opongo a esta posición. 
Cullen es descrito en la obra de Meyer como un joven enigmático, sombrío y ocupado en la salvación de su alma a Heathcliff le importa muy poco el rescate de su alma, aún cuando sostiene que un ser como él carece de ésta. Rochester es descrito por Charlotte Brontë de manera similar, solo que este clásico Edward tiene una condición de la que no goza Cullen, es mortal.
¿Me parecía feo ahora Mr. Rochester? No, lector, la gratitud, unida a cuanto veía en él, todo bueno y genial, hacían que su rostro se me figurara lo más agradable del mundo. Su presencia en una habitación parecía alegrar y caldear la atmósfera mejor que el más brillante fuego. Ello no significaba que yo olvidase sus defectos, tanto más cuanto que los mostraba con frecuencia. Era orgulloso y sarcástico y, en mi interior, yo reconocía que su mucha amabilidad hacia mí estaba compensada por su mucha severidad hacia los demás. Estaba generalmente malhumorado. Con frecuencia, cuando me enviaba a buscar, le encontraba en la biblioteca, solo, con la cabeza apoyada sobre sus brazos cruzados. Y cuando la levantaba, un gesto melancólico, casi maligno, ensombrecía sus facciones. Pero yo creía que su mal humor, su aspereza y sus anteriores vicios -anteriores, porque ahora parecía haberlos corregido- eran el resultado de alguna injusticia con que el destino le abrumara. Yo entendía que, por naturaleza, Rochester era un hombre de buenas inclinaciones, elevados principios y delicados gestos, que las circunstancias, la educación y el destino habían desviado. Su pena, cualquiera que fuese, me apenaba a mí y hubiera dado cualquier cosa por poder mitigarla.”
En Luna Nueva, de Stephenie Meyer y segunda parte de Crepúsculo, un terrible incidente sucede en el hogar de los Cullen mientras celebraban el cumpleaños de Bella, ésta se corta un dedo cuando desenvolvía uno de sus regalos lo que desata en toda la familia el deseo por su sangre, especialmente en Jasper, quien todavía no logra dominar, como los demás, su sed. El “incidente” termina con la lucha entre Edward y Jasper y Bella herida, por accidente. Carlisle, médico y padre adoptivo del clan Cullen, se encarga de curarla, entretanto surge el siguiente testimonio:
“Edward solo comparte mi opinión hasta cierto punto. Para él, Dios y el cielo existen… al igual que el infierno. Pero no cree que haya vida después de la muerte para nosotros –Carlisle hablaba en voz muy baja. Su mirada se perdía a través de la ventana en el vacío, en la oscuridad–. Ya ves, él cree que hemos perdido el alma.
En ambas novelas, Crepúsculo y Jane Eyre, sus héroes están comprometidos con la búsqueda de esa resurrección propia, aunque sienten que no valen tal redención. En Crepúsculo, Edward Cullen se presenta renuente de merecer el cariño de Bella debido a que se siente maldito por su condición de vampiro. En Jane Eyre, Mr. Rochester mantiene un secreto que le oscurece el alma, sin embargo ve en Jane su vínculo para la salvación de ésta.
Ambos personajes, Edward Cullen y Mr. Rochester, actúan, a su manera, de un modo egoísta, pero siempre movidos por el mismo objeto: el amor.
A pesar del discurso de Stephenie Meyer, de pretender hacer pasar Crepúsculo como un asunto verdaderamente sobrenatural, envuelto en ese halo de misterio y magia, lo resaltante de la obra es su contenido romántico, la creación de un héroe de esta época (aunque chapado a la antigua) y sus influencias, después de todo lo relevante es sentir admiración por alguien y por algo y qué bueno que Meyer sienta tanta admiración por las hermanas Brontë.

Notas:
  1. La obra Jane Eyre, de Charlotte Brontë, no es mencionada en ninguna de las novelas de la saga Crepúsculo, como sí lo han sido algunas novelas de Jane Austen y Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights), de Emily Brontë, cuya influencia, de esta última, es notoria en Eclipse y Breaking Dawn (Amanecer), ambas de la saga Crepúsculo.
  2.  Stephenie Meyer reconoció que el nombre de “Edward Cullen” fue inspirado en los personajes Mr. Rochester, de Jane Eyre, y Edmund, de Mansfield Park, de Jane Austen.


Sex And The City 2

No me gusta emitir opiniones destructivas, tampoco considero el uso de este blog para hacer criticas negativas sino el medio para plantear mis impresiones sobre las películas o libros que leo. Definido esto puedo señalar que aunque nunca fui admiradora de la serie Sex And The City, como amante de las comedias románticas, su película me conquistó, por consiguiente es una pena que su secuela me hubiera decepcionado tanto.
Si bien me gustó el tono sentimental y melancólico del final de la película, pues presenta a las parejas fuera de ese foco de perfección en el que las enmarca la sociedad, me defraudó un poco el resto de la película, ¿o quizás había depositado demasiada confianza en ella?
La primera película de Sex And The City me cautivó desde su primera escena tanto así que, de hecho, El Sexo y la Ciudad ocupa un selecto lugar entre mis veinte películas predilectas –que es ya todo un honor–, un privilegio del que ya no gozará su secuela.
Esta vez la historia toma como locación Abu Dhabi y no Nueva York, primer error de la trama –a mi parecer–. Carrie Bradshaw, ahora llamada “Carrie Preston”, se siente aburrida de su corto matrimonio de dos años mientras “Big”, todo lo contrario, parece estar muy cómodo y seguro con la situación, aún así ésta testaruda mujer le plantea un sin fin de excusas para asegurar las circunstancias a su favor, circunstancias éstas que no son más que reflejo de inseguridad y por supuesto indecisión; de algún modo, no obstante, Carrie Bradshaw nos representa bastante bien a todas las mujeres. Para hacer la historia corta, la trama va conduciendo a las cuatro amigas: Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda a Abu dhabi, esta ciudad cuyas costumbres son muy tradicionales y nada liberales en contraposición con la conducta de Samantha, quien está atravesando la menopausia y en quien trataron de depositar las escenas hilarantes de la película; es acá, en Abu Dhabi, donde Carrie se encuentra con Aidan, su viejo amor, y tiene cierto coqueteo con él que los lleva a cometer un ligero adulterio (si es que el adulterio, de cualquier tipo, puede ser ligero), lo cual me pareció el punto más bajo de la película pues creo que Carrie Bradshaw, la de la primera película, jamás habría tratado, ni siquiera pensado, cometer semejante arbitrariedad, y mucho menos cuando el afectado habría sido Big.
Para cerrar quiero destacar la actuación de Penélope Cruz, la cual fue minúscula, pequeñísima, apenas perceptible (en minutos más no en grandeza), sin embargo excelente, a esta mujer da gusto verla trabajar. Sé que las personas que manifiestan sus impresiones sobre Sex And The City en blogs, etc., dedican una parte importante de sus artículos a la narración del vestuario utilizado por Carrie y la necesidad descarada de hacer compras compulsivas de estas mujeres u otras excentricidades, pero yo no pretendo hacerlo, en mi caso admiro la película por su esencia femenina, el vestuario y demás agregados no son relevantes para mí. Por último leí o creí leer que no habrá tercera parte de esta franquicia, es una pena porque pienso que de haberla todo se hubiera compuesto, después de todo, siempre es agradable ver reunidas a estas cuatro almas gemelas.

sábado, 9 de octubre de 2010

Pride and Prejudice (2005)

Estoy segura que Jane Austen, modesta con su trabajo como era, no imaginó el alcance que tendrían sus novelas; esta noche sentí la necesidad de ver algo romántico y todos mis sentimientos me guiaron hasta Pride and Prejudice (2005). Orgullo y Prejuicio (2005) no es la mejor adaptación de esta novela de mi querida Jane Austen –la mejor adaptación es la versión de 1.995, de acuerdo a mi parecer y al de tantos otros seguidores de Jane–, sin embargo mientras veía a Keira Knightley representando a su distinguida y estimada Lizzy Bennet cavilé en ello.
Jane Austen, aficionada al teatro y a la obra de Shakespeare, no supuso –creo– que, en un futuro no tan lejano, apenas algo más de doscientos años nos separan de su época, su obra adquiriría este reconocimiento y estatus comercial, ni que sus libros serían llevados a esas tablas que forman parte de sus Manfield Park y Persuasión, y menos que el cine (Hollywood) sentiría tanto afecto por su trabajo como nosotros por cualquier forma de expresión de éste.
Es siempre agradable mirar cualquiera de las novelas de Jane Austen llevadas al cine (aunque éstas nos defrauden un poco); Orgullo y Prejuicio (2005), como referí, no es la mejor adaptación de esta novela, sin embargo recopila los elementos fundamentales de la obra –y creo que es cuestión de ponerse en la posición del director, Joe Wright, quien pretende refrescar una historia contada una y otra vez–, los paisajes, el escenario, la fotografía y el vestuario son hermosos y la entrada es muy parecida al libro; el Sr. Bingley, un caballero joven y soltero, cuya renta alcanza las 5.000 libras al año, se establece en Netherfield Park, y Mrs. Bennet, obsesionada con casar a todas y cada una de sus cinco hijas, ingresa en la escena incitando al Sr. Bennet para que, cuanto antes, formalice la presentación de éstas con él.
Todo lo demás continúa bien llevado –en mi opinión–, las cuidadas escenas del baile público en las que las entradas de Darcy, Bingley y Caroline son dramáticas y causan el impacto que en el libro. Existen diferencias con el Orgullo y Prejuicio de 1.995 (la versión más fiel al argumento de la novela), algunos personajes, de menor relevancia, son eliminados, y mientras la serie tiene a Colin Firth como el Sr. Darcy, la película tiene a Matthew MacFadyen, quien, a mi parecer, le aporta un tono más vulnerable, tímido y dulce al personaje que Colin Firth (el Mr. Darcy predilecto del público), por lo que me inclino ligeramente un poco más por el estilo de MacFadyen, aunque Firth siempre será mi Darcy favorito de otra película: Bridget Jones´ Diary. Por otra parte existe una marcada diferencia con el libro en la escena en la que Mr. Darcy confiesa sus sentimientos a Elizabeth, no obstante, mientras miraba Orgullo y Prejuicio (2.005), por cuarta o quinta vez, pensé “¡qué importa dónde Darcy confiesa sus sentimientos a Lizzy, si en la sala de los Collins o bajo la lluvia en un viejo edificio de Kent!, lo que interesa es que lo haga literalmente con todas sus palabras y emotividad”, ¿no es así?

domingo, 3 de octubre de 2010

Jane Eyre (Resumen de Capítulos I al X)


Por segunda vez inicié la lectura de Jane Eyre, de Charlotte Brontë, una novela que ocupa un lugar especial en la literatura universal y que aprecio por su contenido clásico y romántico.
La novela inicia en Gateshead Hall con una Jane niña que es sometida al maltrato psicológico de su tía, y “bienhechora”, Mrs. Reed y físico de su primo John Reed. Aunque Jane Eyre, lector, es una de mis novelas predilectas, ocupa la segunda posición, detrás de Orgullo y Prejuicio (de Jane Austen), estos primeros capítulos de la novela me disgustan por su carácter angustioso, lúgubre y de mucho sufrimiento. Me cuesta entender el maltrato y desdeño del que es víctima una niña con la inteligencia, inclinación por aprender y temperamento obediente de Jane Eyre por parte de su tía, el ejemplo más vivo de estos abusos es descrito en la obra cuando Mrs. Reed, siempre parcializada por sus hijos sobre Jane, envía a la niña, como correctivo de una falta imputada de la que no había sido culpable, al denominado “cuarto rojo”, el mismo en el que había fallecido el tío Reed, el mismo en el que a ninguno le gustaba estar y en el que Jane sufre delirios por todos los prejuicios, la ingenuidad, la sugestión y el miedo normales en una criatura de diez años que es recluída a fuerzas en una habitación con tan peculiares características.
“La clave de que el cuarto rojo fuera imponente residía en esas últimas palabras. Mr. Reed había muerto nueve años atrás precisamente en aquella habitación, en ella había permanecido de cuerpo presente, y todo fue dejado allí en la misma forma en que se encontraba al fallecer su tío.”
Es el suceso del cuarto rojo, y la visita del señor Lloyd, el médico de la servidumbre, el que da pie al primero de los “cambios de aire” de la novela,
“La niña necesita cambio de aire y de ambiente. Sus nervios no se hallan en buen estado.”
Mrs. Reed solicita el ingreso de Jane Eyre en la escuela Lowood, dirigida por el rígido e inclemente señor Brocklehurst, cuya sola descripción inspira respeto y temor:
“Casi instintivamente le reconocí y cuando, minutos después, las profesoras y alumnas se levantaron en masa, ya sabía yo que quien entraba a largas zancadas en el salón era el que en Gateshead me pareciera una columna negra y me causara tan desastrosa impresión: Mr. Brocklehurst, en persona, vestido con un sobretodo abotonado hasta el cuello. Se me figuró más alto, estrecho y rígido que nunca.”
Lowood es una estricta escuela benéfica para señoritas en la que la educación es tratada de manera severa y, a mi percepción, miserable, el trato de las maestras (exceptuando a Miss Temple) para con sus alumnas es rígido, humillante y deplorable, y se observa una determinada estrechez psicológica en cuanto a la higiene del lugar y, peor aún, a la nutrición de las jóvenes, que a medida que Charlotte Brontë avanza en la descripción de la escuela, la sensación de angustia se apodera de mí y solo puedo imaginar lo exageradamente delgadas que debían ser aquellas muchachas dado el poco y mal cocinado alimento que les era ofrecido a la hora de la comida, ¡Es indignante! ¡Otra vez el potaje quemado!” (opinión de una de las alumnas mayores de la escuela Lowood), lo desgastados y roídos que debían estar los atuendos que no les era permitido cambiar sino semanalmente, todo esto sinónimo de desgracia y pobreza, de acuerdo al discurso de Mr. Brocklehurst, para formar en las jóvenes un carácter "sufrido y paciente".
“Escúcheme un instante, señorita: usted sabe que mi plan educativo respecto a estas niñas consiste en no acostumbrarlas a hábitos de blandura y lujo, sino al contrario, en hacerlas sufridas y pacientes. Si acontece algún pequeño incidente en la preparación de las comidas no ha de suplirse con algo más delicado, lo cual tendería a relajar los principios de esta institución, sino que el hecho debe servir para edificación espiritual de las alumnas, fortificando sus ánimos mediante esa prueba pasajera. En ocasiones así, no estará de más una adecuada exhortación de las profesoras acerca de los sufrimientos de los primitivos cristianos y alguna alusión a las palabras del Señor cuando pidió a sus discípulos que tomasen su cruz y le siguiesen. Es preciso recordar a las pupilas que el hombre no vive sólo de pan y citarles algunas de las divinas palabras: «Bienaventurado el que sufra por mi amor», u otras. Sin duda, señorita, cuando daba usted a las muchachas el queso y el pan en lugar del potaje quemado, atendía al bienestar de sus viles cuerpos, pero ¿no piensa usted que contribuía a la perdición de sus almas?"
Mi inquietud aumenta cuando cavilo, en lo poco que he leído sobre las Brontë, y recuerdo que se presume que esta parte de Jane Eyre es inspirada en la propia vivencia Charlotte y sus hermanas en el colegio Clergy Daughters, en Cowan Bridge (Lancashire), e imagino cuán desdichadas debieron ser allí, si es que la experiencia fue tomada literalmente para la obra.

En Lowood, Jane conoce a Helen Burns, otra niña reprendida, y objeto de burlas, especialmente de Miss Scartched, de acuerdo a la voz de la misma niña Burns, por ser desordenada y retraída.
“Después de haber leído dos veces la lección, se cerraron los libros y todas las muchachas fueron interrogadas. La lección comprendía parte del reinado de Carlos I y versaba esencialmente sobre portazgos, aduanas e impuestos marítimos, asuntos sobre los cuales la mayoría de las alumnas no supieron contestar. En cambio, Burns resolvía todas las dificultades. Había retenido en la memoria lo fundamental de la lectura y contestaba con facilidad a todo. Yo esperaba alguna frase encomiástica por parte de la profesora, pero en vez de ello, lo que oí fue esta inesperada increpación:
-¡Oh, qué sucia eres! ¡No te has limpiado las uñas esta mañana!”
Y a partir de este descrédito aplicaba el correctivo que consistía en azotar a la joven con cuerdas de mimbre sobre su nuca, en medio de la clase. Jane Eyre, sin embargo, percibe a Helen Burns como una joven inteligente y bondadosa y describe esto, entre sus impresiones de dolor e inconformidad, después de que el señor Brocklehurst la ridiculizara y tildara de "mentirosa" delante de sus compañeros.
Helen Burns -era ella- fue llamada a su sitio por una observación referente a la labor. Pero al volverse, me sonrió. ¡Oh, que sonrisa! Al recordarla hoy, comprendo que era la muestra de una inteligencia delicada, de un auténtico valor, mas entonces su rostro, sus facciones, sus brillantes ojos grises, me parecieron los de un ángel. Y, sin embargo, no hacía una hora que Miss Scartched había castigado a Helen a pasar el día a pan y agua porque al copiar un ejercicio, echó un borrón. Así, es la naturaleza humana: los ojos de Miss Scartched, atentos a aquellos mínimos defectos, eran incapaces de percibir el esplendor de las buenas cualidades de la pobre Helen.
La falta de higiene y la mala nutrición de las jóvenes de Lowood ayudaron a que éstas cayeran enfermas con fiebre tifoidea.
“El profundo bosque en que Lowood estaba situado era, con sus aguas estancadas y su humedad, un foco de infecciones, cuando empezó la primavera, el tifus penetró en los dormitorios y en los cuartos de estudio donde nos apiñábamos; y, en mayo, el colegio  estaba convertido en un hospital.”
El capítulo X es ya distinto, en él se percibe un aura menos lúgubre y el espíritu de superación en Jane Eyre, claro, ocho años sucedieron desde su llegada a Lowood y con estos una serie de hechos, como el fallecimiento de Helen Burns a causa de tuberculosis, en la época de la epidemia de tifus, el matrimonio de Miss Temple y una Jane con dos años de experiencia como instructora, decidida a liberarse de la escuela y con ánimos de emprender una nueva vida, “una nueva servidumbre”, por lo que resuelve que el camino para alcanzar ese estatus de nueva servidumbre es anunciándose en el diario del condado, y con tal finalidad escribe lo siguiente:
“Señorita joven, acostumbrada a enseñar (no me faltaba razón: ¿acaso no había ejercido de maestra durante dos años?), desea colocación en casa particular para educar niños menores de catorce años (yo pensaba que, teniendo yo dieciocho, no me respetarían mis pupilos si contaban mi edad aproximada). Conoce todo lo esencial para dar una buena instrucción, así como francés, dibujo y música (en aquellos tiempos, lector, éste ahora reducido cuadro de conocimientos, era muy pasadero). Dirigirse a J. E., Lista de Correos, Lowton, condado de..."
A partir de acá comienza mi parte favorita de la novela, ya aparecerá Rochester con todos sus modos, maneras y modales, en un principio rudos y toscos que gracias a Jane se irán suavizando. Para culminar esta parte del resumen, el anuncio es respondido por Mrs. Fairfax, desde entonces, Jane Eyre inicia los preparativos para trasladarse como institutriz de una niña de diez años a Thornfield.

Nota: el dato sobre la escuela a la que asistieron las hermanas Brontë fue extraído del artículo Charlotte Brontë de la página web Wikipedia.