jueves, 23 de diciembre de 2010

Jane Eyre (Resumen de Capítulos XXI al XVI e Impresiones)

Luego de mucha dilación, acá el resumen, y mis impresiones, sobre los siguientes capítulos de la novela de Charlotte Brontë, Jane Eyre.
Tal vez algunos lectores no estén de acuerdo, y perciban la novela Jane Eyre como una obra únicamente romántica, pero mi opinión es que, además del romanticismo que la rodea, parece siempre envuelta en un halo misterioso, en la que los presentimientos y la intuición forman parte del desarrollo normal de la historia.
Al inicio del Capítulo XXI Jane explica sus constantes sueños con un niño pequeño, y argumenta en el relato que “soñar con niños es signo seguro de  desgracia, o para uno mismo o para otros”; el significado de los constantes sueños se confirman cuando Robert Leaven, chofer de los Reed y esposo de Bessie, se presenta en Thornfield Hall para participarle a Jane la desafortunada noticia de que la tía Reed estaba al borde de la muerte, enferma de gravedad, y que John Reed había fallecido hacía una semana.
Antes de partir a Gateshead Hall, Jane conversa sus propósitos y planes para su futuro con Mr Rochester, ella, observadora de toda la distinción que se tenía a Blanche Ingram en Thornfield Hall y, por supuesto, negada a formar parte de la familia cuando ésta se convirtiera en la Sra. Rochester, propone a su amo que, para cuando la unión suceda, él encuentre un colegio para Adèle pues ella se marchará de su lado a partir de entonces.
-Prométame una cosa. Que cuando necesite esa nueva colocación me la pida. Yo se la encontraré.
-Lo haré con gusto, si a su vez me promete que Adèle y yo saldremos de esta casa antes de que entre en ella su esposa.
Jane viaja a Gateshead Hall, después de los acuerdos con Rochester, y allí consigue que su tía Reed, en su último respiro, todavía la reprocha y siente la misma aversión que sintiera por ella cuando era niña. Quizás con estas palabras de Mrs Reed, cuando Jane se acerca a su lecho, pueda explicarse el odio que sentía hacia ella, si es que ese sentimiento pudiera justificarse de alguna manera:
Su madre me era muy antipática. Era la única hermana de mi marido y él la quería mucho. Cuando se casó y murió al poco tiempo, mi esposo lloró como un tonto. Se empeñó en recoger a su hija, aunque yo le aconsejaba enviarla con una nodriza y pagar los gastos. Odié a aquella pequeña desde que la vi, tan enfermiza, tan llorona... No se durmió en su cuna como los demás niños, sino que pasó la noche lloriqueando. Reed se compadecía de ella y no hacía más que informarse de su salud, como si fuera hija suya, o más aún, porque de sus hijos, a esa edad, casi no se preocupaba. Se empeñaba en que mis niños tratasen bien a aquella mendiga y les reprendía si se negaban. Cuando enfermó mortalmente, no hacía más que llamar a la pequeña a su lado y me encargó antes de morir que la conservase bajo mi custodia. ¡Encargarme de una hospiciana! Reed era débil, muy débil. John no se parece a su padre, gracias a Dios: es como mis hermanas y como yo.
Más adelante Mrs Reed muestra un ligero arrepentimiento por su conducta hacia Jane, le pide perdón y le presenta una carta que había llegado para ella de su tío John Eyre, hacía tres años, y que le había ocultado, en la que éste manifestaba su intención de adoptar a su sobrina, sin embargo Mrs Reed miente en su contestación y expone que la pequeña falleció de tifus en el colegio Lowood.
Con el fallecimiento de la tía Reed, un mes después, Jane regresa a Thornfield.
Sentía verdadero placer en reunirme con Mr Rochester, aunque acibarado por el pensamiento de que en breve dejaría de verle y de que, además, nada había de común entre él y yo.
El sentimiento de duda respecto al matrimonio de Rochester con Blanche Ingram continuaba atormentándola, nada se sabía respecto a la celebración de la boda y llamaba su atención que éste nunca visitaba Ingram Park.
La manera en que Rochester proclama su amor a Jane en el capítulo veintitrés, más hermoso de toda la novela, es sencillamente apasionada, encantadora, astuta, inteligente y, quiero agregar, muy al estilo de los caballeros de hoy en día. Y definitivamente difícil de resumir en un artículo de estos, como muestra, aún así, un fragmento de las palabras de Rochester en su declaración de amor.
Es como si en el lado izquierdo de mi pecho tuviese una cuerda que vibrara al mismo ritmo que otra que usted tuviese en análogo lugar y se uniera de un modo invisible a la mía.
Bien, Rochester y Jane Eyre se comprometen; Mrs Fairfax desaprueba la relación pues, con razón, presume que su amo se burlará de la muchacha, claro, nunca había visto anunciarse un matrimonio tan desigual, un soltero adinerado, de cierta edad, y una joven, sin riquezas, institutriz; por esto le aconseja discreción y evitar contacto, cualquier manifestación de afecto, con su novio hasta el matrimonio.
En presencia de extraños yo me manifestaba, como antes, deferente e impasible, y sólo en nuestras veladas a solas me permitía contrariarle y zaherirle. Cada tarde, a las siete en punto, enviaba a por mí y, cuando yo me presentaba, las dulces frases de «amor mío», «querida» y otras análogas estaban ausentes de sus labios. Las mejores que me dedicaba eran «muñeca deslenguada», «espíritu maligno», «bruja», «veleta», etc. En vez de caricias, me hacía muecas; en vez de apretarme la mano, me daba pellizcos; en vez de besarme, me aplicaba severos tirones de orejas. Pero yo prefería estas muestras de afecto a otras más íntimas. Noté que Mrs. Fairfax aprobaba mi actitud y que sus temores se desvanecían. Rochester afirmaba que yo le estaba quemando la sangre y me amenazaba con fieras venganzas en lo futuro. Pero me reía de sus amenazas, creía obrar con acierto y pensaba que después sabría  obrar lo mismo, ya que si el procedimiento de ahora no resultaba adecuado después, otro se encontraría.
Dos noches antes de la boda de Jane y Rochester, una extraña mujer, una figura fantasmagórica, como una aparición, se presenta ante Jane y destruye el velo de su vestido de novia, Rochester le explica que con seguridad se trataba de Grace Poole, pero Jane asegura haberla visto bien y dificulta que pudiera tratarse de Grace, aún así acepta su explicación.
Te lo explicaré todo, Jane. Ha sido medio sueño y medio realidad. Sin duda una mujer entró en tu cuarto. Y no fue -no pudo ser- otra que Grace Poole. Te parece un ser extraño, y no te falta razón, si consideramos lo que nos hizo a Mason y a mí. Sin duda encontrándote medio dormida y algo febril, la viste entrar y le atribuiste una forma fantástica distinta a la que tiene en realidad: el largo cabello desmelenado, la faz oscura e hinchada, la exagerada estatura.  Todo ello son ficciones de pesadilla. El episodio del velo es real, y muy apropiado al modo de ser de esa mujer. Ya veo que deseas  reguntarme por qué conservo en mi casa a una persona así... Pues bien, te lo diré cuando llevemos casados un año y un día, pero no ahora ¿Estas  satisfecha, Jane? ¿Aceptas esta solución del misterio?

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