Hemos llegado al final de esta obra, restan diez capítulos en los que se resolverán, o no, los contratiempos y desventuras de las hermanas Dashwood, de lo que depende la felicidad de ambas. Veamos.
Sensatez y Sensibilidad (Capítulos XLI al L)
Resumen e Impresiones
Se resolvió, por fin, el retorno de las hermanas Dashwood, aunque éste tardaría unas semanas más, pues viajarían con los Palmer hasta Cleveland, en Somerset, y después a Devonshire, nada las ponía más ansiosas y de mejor humor. En Cleveland, que quedaba a ochenta millas de Barton y a no más de treinta de Combe Magna, Marianne, entristecida como se sentía por el matrimonio de Willoughby, se dedicó día tras día a andar por la alameda de la casa, recorrer sus jardines y los senderos que de alguna manera le guiaban hasta un lugar desde el que se podía ver Combe Magna.
Fue una gran sorpresa, entonces, encontrar que una tenaz lluvia le impedía salir después de la cena. Había confiado en un paseo vespertino al templete griego, y quizá por todo el lugar, y un anochecer nada más que frío o húmedo no la habría disuadido; pero una lluvia densa y persistente ni siquiera a ella podía parecerle un clima seco y agradable para una caminata.
Estos constantes abusos con el inclemente clima desarrollan en la joven Marianne un cuadro infeccioso y pútrido que llevan a los Palmer a abandonar su casa para resguardar la salud de su recién nacida. Los días transcurrieron y la condición de Marianne no mejoraba, así que el coronel Brandon hizo lo que debía hacer, ir en busca de la señora Dashwood, pues se temía que Marianne no pasara la noche.
Esa noche Elinor recibió una visita inesperada –para mí, la mejor parte de la novela–: Willoughby.
Willoughby, atormentado por la idea de que Marianne podía estar muriendo, recurrió a su hermana para confesarle la verdad de sus sentimientos:
“Nunca fui dueño de una gran fortuna y siempre he sido de gustos caros, siempre me he asociado con gente de ingresos mayores que los míos. Desde mi mayoría de edad, o incluso antes, creo, año tras año han aumentado mis deudas; y aunque la muerte de mí anciana prima, la señora Smith, me liberaría de ellas, dado que se trata de un hecho incierto y posiblemente muy distante, durante algún tiempo había tenido la intención de reconstruir mi situación a través del matrimonio con una mujer de fortuna. Una relación con su hermana no era, por tanto, pensable”.
Así inició su relato; en principio, Willoughby no estaba enamorado de Marianne, sus atenciones con ella fueron solo para estimular su vanidad, después empezó a sentirse verdaderamente atraído por ella, y cuando estuvo a poco de solicitar su mano como esposa, surgió el escándalo de la jovencita embarazada por él, lo que ocasionó que su anciana prima Smith le privara de su herencia y lo obligara a marcharse de Devonshire.
Cuando se encontró con ella en Londres, ya la amaba pero sus exigencias, sus demandas, no le permitieron retomar sus pretensiones con ella puesto que ya estaba comprometido con la señorita Grey, quien era heredera de una buena fortuna que le permitía la consecución de sus planes. Willoughby explicó a Elinor, ahora que sus verdaderos sentimientos habían aflorado para demostrar que no era un desalmado, que la carta que tuvo el descaro de responder a Marianne había sido, toda, obra de su esposa, ésta le había dictado cada palabra, cada frase, lo que explicaba su falta de delicadeza y sentimientos.
Con la seguridad, entonces, de que Marianne había dejado el peligro de su enfermedad y también de que le había perdonado, Willoughby se marcha. Luego llegan el coronel Brandon con la señora Dashwood, y a los pocos días, con Marianne fuera de peligro, todos regresan a Barton.
A los pocos días de reinstalarse en Barton, a la expectativa del retorno del coronel Brandon, el nuevo favorito de la señora Dashwood, reaparece Edward, la familia lo cree casado con Lucy Steele pues éste había sido el reporte de uno de los criados cuando comentó a las señoras que había visto a la nueva, joven, señora Ferrars, en la ciudad. Pero no había sido Edward quien se había casado con Lucy sino Robert, el hermano menor de éste y quien gozaba de todos los privilegios de hermano mayor, quitados a Edward, cuando se supo del compromiso secreto de éste con Lucy. Es en este tipo de situaciones en los que Jane Austen disfruta creando las ironías de sus novelas, hacer que Lucy se casara con Robert, por simple interés, sería una lección para la señora Ferrars y motivo de gracia para el lector.
Como punto final Edward se casa con Elinor y logra el perdón de su madre, y Marianne después de dos años acepta al coronel Brandon.
Marianne nunca pudo amar a medias; y con el tiempo le llegó a entregar todo su corazón a su esposo, como lo había hecho una vez con Willoughby.
Fin.